Figura central del siglo XIX, Giuseppe Garibaldi ha sido recordado tanto por sus hazañas militares como por su integridad política y su fervor revolucionario. Fue un hombre de acción, pero también un símbolo duradero de lucha por la libertad, la unidad nacional y la justicia social, cuya influencia traspasó las fronteras de Italia. Su legado ha quedado inscrito no sólo en los libros de historia, sino también en la geografía del mundo: más de 4,000 plazas, calles y monumentos llevan su nombre, incluidas la famosa Plaza Garibaldi en la Ciudad de México —convertida en un referente cultural del mariachi— y un pequeño pan dulce mexicano que, en homenaje insólito, también lleva su nombre (el Garibaldi fue creado por el repostero italiano Giovanni Laposse para la pastelería El Globo). A continuación se presentan 20 datos clave sobre su vida, su pensamiento, sus campañas internacionales, sus autobiografías y el juicio que la historia le ha hecho:
Giuseppe Garibaldi nació en Niza en 1807, cuando la ciudad aún pertenecía al Reino de Cerdeña.
Fue influido por las ideas republicanas y nacionalistas de Giuseppe Mazzini, líder de la organización secreta Joven Italia.
En 1834 participó en un fallido intento revolucionario en el Piamonte y fue condenado a muerte en ausencia, lo que lo obligó a exiliarse.
Vivió en Brasil, Uruguay y Argentina, donde luchó en movimientos revolucionarios y adquirió experiencia militar clave.
Combatió junto a los rebeldes republicanos de Río Grande del Sur contra el Imperio de Brasil.
Defendió Montevideo durante la guerra civil uruguaya como comandante de la Legión Italiana, ganando fama internacional.
Conoció y luchó junto a Ana Ribeiro da Silva, conocida como Anita Garibaldi, quien se convirtió en su compañera y símbolo del compromiso revolucionario.
Volvió durante las revoluciones europeas y luchó por la efímera República Romana de 1849.
Enfrentó a las tropas francesas enviadas por Napoleón III para restaurar el poder papal; fue derrotado, pero reforzó su imagen de héroe.
Lideró a los Mil Camisas Rojas, que derrotaron al Reino de las Dos Sicilias e incorporaron el sur de Italia al proceso de unificación.
Tras sus victorias en el sur, entregó el control de las regiones conquistadas al rey Víctor Manuel II, priorizando la unificación sobre su ideal republicano.
Garibaldi fue republicano, laico y antimonárquico, pero actuó con pragmatismo en favor de la unidad nacional italiana.
Además de sus campañas en América Latina, ofreció sus servicios a Abraham Lincoln durante la Guerra Civil de EE.UU., aunque no fue aceptado por cuestiones políticas.
En 1870 luchó del lado de la República Francesa contra Prusia, al mando de un ejército voluntario.
Escribió sus Memorias con ayuda del novelista Alexandre Dumas padre, combinando hechos históricos con épica personal.
Fue admirado como símbolo de libertad en Europa y América; su figura fue mitificada como la del revolucionario puro.
Representó la posibilidad de una acción revolucionaria ética, ajena al oportunismo o la corrupción política.
Es considerado uno de los padres de la patria italiana; hay monumentos, calles, plazas y escuelas con su nombre en todo el país.
Su imagen con camisa roja, capa y barba se volvió ícono visual del siglo XIX y del ideario libertario.
El historiador británico A. J. P. Taylor afirmó que “Garibaldi es el único héroe irreprochable de la historia”.
